Crecí entre guitarras, amplificadores y dinosaurios del rock n roll, dormí entre cables con pedales e infinitos parales. Mi padre es el culpable de esta obsesión, cuando me presentó a un set Ludwig al que no pude decir que no. Los viernes venían amigos a tocar covers de grunge, los domingos sonaba Piazzolla en casa de mi abuelo, y todo los demás días eran para The Beatles, The Guess Who, y Blood Sweat & Tears. Desde entonces he tenido el pacer de tocar por ahí con grandes mentes musicales, amigos, máquinas, instrumentos, ídolos, fantasmas… ha sido un viaje increíble.